Alguna vez nos hemos planteado cómo nos sentiríamos si, por un momento, nuestra vida careciese de palabras. Vemos personas, animales, objetos… sabemos qué son, pero de nuestra mente se ha borrado su nombre. Quizá no seamos capaces siquiera de contestar «sí» o «no» a lo que se nos pregunta. Así se siente una persona afásica. Hasta el momento del daño cerebral, su lenguaje era fluido: podía mantener una conversación, ir a comprar y pedir aquello que quería o necesitaba. Ahora…