Hacía unos días que acababa de llegar al centro y debía hablar con ella para ayudarla a establecer objetivos; organizar sus actividades en casa; detectar sus miedos y preocupaciones; y comprobar que se estaba adaptando bien. Cuando acabé de hablar con ella, me sentía satisfecha: habíamos aprovechado el tiempo, me sentía orgullosa profesionalmente de lo bien que había discurrido la terapia. A los diez minutos, quise recordarle que debía empezar esa misma tarde a realizar cambios en su vida para conseguir los objetivos que deseaba, que llevaba escritos en un papel. Su cara fue de gran sorpresa:
— ¿El qué?—dijo ella.
—Me refiero a lo que hemos hablado antes—contesté.
— ¿Yo he hablado antes contigo?— me decía con cara de asombro.
— ¿Recuerdas que estuvimos hace un rato en esa habitación hablando?— le decía mientras se la mostraba.
— ¿Yo he estado ahí esta mañana?— me preguntaba muy extrañada.
Fue suficiente para comprobar que la terapia había sido exclusivamente para mí. Esa paciente tenía grandes problemas de memoria: padecía amnesia anterograda a consecuencia de un daño cerebral, es decir, era incapaz de retener o guardar información de nuevos acontecimientos.
La memoria es una función sumamente compleja; de hecho, puede considerarse la función cognitiva más compleja del cerebro. Existen distintos grados de afectación en la amnesia anterógrada: desde una leve afectación hasta un grado tan severo que puede causarle a la persona muchos problemas para realizar las actividades de la vida diaria. Puede estar recibiendo rehabilitación en el centro durante meses y no serle familiar las caras de los profesionales o las habitaciones donde recibe terapia. Del mismo modo, si ha cambiado de casa tras el daño cerebral, es posible que no acepte la nueva vivienda como propia. Otras veces es incapaz de recordar qué le ha pasado y a menudo descubre con sorpresa sus nuevas limitaciones motoras o que ahora tiene descendencia. A nivel cerebral, en la amnesia anterógrada, el daño suele está ubicado en el hipocampo y áreas del lóbulo temporal medio.
A veces, los familiares nos dicen que las personas que han sufrido daño cerebral y padecen amnesia anterógrada recuerdan lo que quieren. No es así. Supongo que ellos desearían recordarlo todo —o casi todo—, lo que sucede es que los hechos asociados a una emoción son más difíciles de olvidar. Por ejemplo, suelen recordar a personas que les caen muy bien, o les hacen reír o, por el contrario, personas que de alguna manera les ponen nerviosos o no les agradan.
En los niños, este tipo de amnesia puede provocar serios problemas para adquirir nuevos aprendizajes dado que necesitan más tiempo en aprender que los niños de su misma edad. Sus padres dicen que deben repetir mucho las órdenes si quieren que el niño obedezca.
La amnesia retrógrada es la incapacidad para recordar información previamente aprendida tras la lesión cerebral. Aunque este tipo de amnesia discapacita menos, también sorprende ver cómo la persona ha olvidado hechos importantes como su boda, la muerte de un ser querido, el nacimiento de sus hijos… En ocasiones, cuando el daño cerebral es severo, puede causar los dos tipos de amnesia y la persona no logra formar el trayecto de su vida aunque se le enseñen fotos de su vida pasada.
Gracias a los avances, hoy en día contamos con muchos recursos para sustituir la falta de memoria: agendas electrónicas, tablets, móviles, álbumes electrónicos… Estos sistemas se pueden utilizar para grabar a la persona haciendo diferentes tareas, llevar fotos audibles con sus familiares, alarmas que le hagan leer indicaciones, etc. Suelen aprender bien el manejo de estas máquinas y, si no es así, se le dejan adheridas indicaciones escritas del funcionamiento en el aparato.
Grandes dosis de paciencia por parte de los familiares, mucho cariño y un poco de ayuda de las nuevas tecnologías pueden hacer que se sientan más orientados y capacitados para realizar su vida diaria.
Lili Gómez
Neuropsicóloga – ADACCA